
Pacientes de famosos: de Curie a Kennedy
Marie Curie: fascinada por la luz mágica
Marie Curie (1867-1934), dos veces ganadora del Premio Nobel, descubrió el polonio y el radio, junto con su esposo Pierre, y acuñó el término radiactividad. Manejó sustancias altamente radiactivas durante décadas, sin proteger su cuerpo de ellas.
Marie y Pierre Curie estuvieron expuestos a altos niveles de radón radiactivo a diario en el cobertizo de laboratorio primitivo que les había sido asignado, probablemente 100 veces más alto que los límites permitidos actualmente. Gozaron de los frascos y viales que emitían fluorescencia en la oscuridad, y que parecían "pequeñas luces mágicas", según la investigadora.
Su hija Eve describió más tarde su estado de salud como permanentemente tenso: la visión de la madre cayendo inconsciente al suelo, "su mortal palidez y rigidez" constituían los recuerdos más tempranos de su infancia.
Marie Curie ya estaba crónicamente enferma por radiación cuando tenía poco más de 30 años. Sin embargo, trabajaba hasta 14 horas al día, incluso después de los 60 años. Ignoró las normas de seguridad existentes, así como la fiebre, el cansancio y las manos quemadas con heridas supurantes.
Esta historia clínica y la de otras 99 personalidades conocidas de todo el mundo las describe el médico y autor Dr. Thomas Meißner en su fascinante libro El paciente prominente.[1] Investigó el destino y tragedia detrás de las relucientes fachadas de celebridades de la ciencia y la cultura. Describe de manera cautivadora las enfermedades que moldearon la vida de estas personas, terminaron sus carreras o las llevaron a la muerte.
Pacientes de famosos: de Curie a Kennedy
Christiaan Barnard: cirujano cardiaco con dedos rígidos
Logró el primer trasplante de corazón en un ser humano en diciembre de 1967. Lo que nadie sabía: el Dr. Christiaan Barnard (1922-2001) fue diagnosticado con artritis reumatoide a los 30 años.
Durante el segundo trasplante de corazón (2 de enero de 1968) sufrió un ataque grave con manos adoloridas y dedos rígidos, lo que impidió al Dr. Barnard conectar la máquina corazón-pulmón en la sala de operaciones.
Esto casi condujo a una catástrofe: accidentalmente arrancó el catéter aórtico de la arteria principal y provocó hemorragia grave en el receptor. Pero la operación salió bien y el paciente vivió aún año y medio con buena calidad de vida.
El Dr. Barnard usó analgésicos debido a su dolor, que resultó en hemorragia gastrointestinal y anemia grave. Probó las opciones de terapia disponibles en ese momento, desde corticoesteroides hasta oro, penicilamina y cloroquina. También probó un tratamiento con células frescas en Suiza. En 1983 el cirujano abandonó su profesión.
Pacientes de famosos: de Curie a Kennedy
Albert Einstein: apariencia y realidad del "signo de Einstein"
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Martín Lutero: "Puñetazos en mi carne"
Sufría de zumbidos en los oídos durante días y semanas, ataques de mareos, pero también una y otra vez de fuertes dolores de cabeza y de abdomen. Martín Lutero (1483-1546) no obviaba detalles íntimos en su correspondencia sobre las funciones de su cuerpo: por ejemplo, escribió a su amigo y principal patrocinador, Philipp Melanchthon: "Mis heces son tan duras que me veo obligado a pujar con tal fuerza que empiezo a sudar...".
Una retención urinaria que le duró días debido a una enfermedad de cálculos casi le cuesta la vida. Incluso la bebida hecha a base de estiércol de caballo y ajo, un remedio casero de su esposa Katharina, no le ayudó.
Además, a veces hasta por días oía "un espantoso zumbido y silbido en la cabeza", que lo angustiaba demasiado: "Creo que es el cómplice negro y peludo del infierno que no quiere que sufra en su reino sobre la tierra". Lutero mencionaba: "Puñetazos en mi carne". Probablemente sufría de convulsiones de Menière, que pueden cambiar de forma sostenida el coraje para enfrentar la vida.
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Rey Eduardo VII: antes de la coronación pasó por el bisturí
El hijo mayor de la reina Victoria, Albert Eduard (1841-1910), tuvo que cumplir 61 años para finalmente suceder a su madre en el trono británico como Eduardo VII. La coronación estaba prevista para el 26 de junio de 1902. Pero repentinamente tuvo dolor abdominal y se sintió débil y cansado.
El conocido cirujano, Sir Frederick Treves, examinó a Eduard dos días antes de la fecha de la planeada coronación, y le diagnóstico: apendicitis. "¡Debe operarse!". Eduard se negó rigurosamente. "Será un funeral si no se opera", le respondió Treves. Algunos historiadores atribuyen un comentario similar a un intercambio de opiniones entre Eduard y Lord Joseph Lister, el padre de la cirugía antiséptica.
En aquel entonces la apendicitis era un padecimiento que solía resultar fatal, la tasa de mortalidad tras una cirugía tardía la mayoría de las veces era de aproximadamente 50%. En resumen: Treves y Lister drenaron el absceso. Al día siguiente encontraron a Eduard fumando en la cama nuevamente. La coronación tuvo lugar dos semanas después, el 9 de agosto de 1902. El rey Eduardo VII logró gobernar 8 años más.
Pacientes de famosos: de Curie a Kennedy
John F. Kennedy: sospecha de síndrome de Schmidt
A pesar de su apariencia juvenil, John F. Kennedy (1917-1963), de 43 años, estaba gravemente enfermo cuando se mudó a la Casa Blanca en Washington, Estados Unidos. Un fuerte dolor de espalda (no podía ponerse los calcetines o los zapatos sin ayuda) se debía probablemente a una sobredosis masiva de los entonces nuevos glucocorticoides.
Los recibía por sus molestias intestinales crónicas, que sufría desde los 13 años, y cuya causa posiblemente era enfermedad intestinal inflamatoria crónica, en ese momento aún desconocida. La consecuencia de este fármaco fue osteoporosis secundaria con fracturas por compresión de la columna lumbar y dolor de espalda continuo.
Además, en 1947 se le diagnosticó insuficiencia suprarrenal crónica (enfermedad de Addison). Según una hipótesis más reciente, Kennedy padecía síndrome autoinmune poliglandular tipo 2, también conocido como síndrome de Schmidt.
Estos son varios trastornos endocrinos que coexisten y a menudo se manifiestan primariamente con la enfermedad de Addison, seguidos de otros trastornos. El síndrome autoinmune poliglandular tipo 2 suele aparecer en la edad adulta temprana. Más evidencia: la hermana de Kennedy, Eunice, también tuvo la enfermedad de Addison y su hijo John F. Kennedy Jr. tenía la enfermedad de Graves.
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Napoleón Bonaparte: de galán enjuto y fuerte a dormilón
Hasta sus 30 años, Napoleón Bonaparte (1769-1821) era un hombre enjuto con el cabello hasta los hombros. Pero a la edad de 36 años su apariencia había cambiado significativamente: comenzó a volverse progresivamente más corpulento y letárgico, su rostro se suavizó, su cabello era delgado y fino, sus caderas anchas. Signos de feminización.
Durante un mes después de la batalla de Dresde en agosto de 1813, hizo poco más que dormir. Incluso se dice que durante la batalla de Leipzig en octubre de 1813 se quedó dormido, así como horas antes de la decisiva batalla de Waterloo en junio de 1818.
Los contemporáneos describen su flujo lento del habla y su capacidad reducida para concentrarse. Más tarde, su médico en St. Helena declaró que Napoleón apenas tenía vello corporal y que toda mujer hermosa podría haber estado orgullosa de unos "pechos redondos y exuberantes" como los de él.
Todos estos cambios y los hallazgos posteriores de la autopsia sugieren una enfermedad endocrinológica. Se especula sobre insuficiencia secundaria del lóbulo pituitario anterior causada por interrupción traumática del suministro de sangre, como resultado de un accidente en 1803.
Napoleón, de 34 años, en aquella época dirigía un carruaje de cuatro caballos, en el que también iba sentada su esposa Joséphine. Al querer virar, los caballos se siguieron de frente y el carruaje se volteó. Napoleón cayó del asiento alto y quedó inconsciente.
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Eva Perón: diagnóstico ultra secreto
María Eva Duarte de Perón (1919-1952), conocida como Evita, enfermó de cáncer de cuello uterino a los 30 años. La exmodelo y actriz nunca recibió ella misma el diagnóstico real. El cáncer todavía era un tabú en la década de 1950. Probablemente también jugaron un papel las consideraciones políticas de su esposo Juan Domingo Perón, dos veces presidente de Argentina, quien aprovechaba la popularidad de su esposa para mantenerse en el poder.
Un especialista voló dos veces desde Nueva York, Estados Unidos, primero para examinar a Eva Perón bajo anestesia y luego nuevamente para operarla. Pero el tumor avanzó e hizo metástasis.
Tras una histerectomía en noviembre de 1951 le siguió una radioterapia, pero en febrero del año siguiente se produjo una recaída. Perón fue la primera mujer argentina en recibir quimioterapia. El objetivo era mejorar la tos y la disnea por metástasis pulmonares. Finalmente, varios médicos alemanes fueron trasladados a Argentina para atenderla. Pero tampoco pudieron ayudar. Murió cuando apenas tenía 33 años.
Pacientes de famosos: de Curie a Kennedy
Eleanor Roosevelt: demasiado ocupada para estar enferma
Eleanor Roosevelt (1884-1962), esposa de Franklin D. Roosevelt, influyó en la política estadounidense durante décadas, tanto durante la presidencia de su marido como después de esta hasta su muerte. Ante la enfermedad propia, o la de los demás, reaccionaba con impaciencia. Ignoraba sus malestares y estaba convencida de que podía vencer cualquier enfermedad con voluntad de hierro.
Cuando en abril de 1960 su médico le diagnosticó anemia leve y leucocitopenia, una punción subsiguiente de la médula ósea reveló hipercelularidad medular con un número notable de células inmaduras. Los hematólogos le diagnosticaron anemia aplásica. Más tarde otro médico asumió que era tuberculosis reactivada y convertida en tuberculosis de la médula ósea, pero los hematólogos se apegaron a su diagnóstico y continuaron el tratamiento con prednisona.
Cuando el lento y doloroso proceso de muerte llegaba gradualmente a su fin y se detuvo el corazón, los médicos intentaron reanimar a Roosevelt a pesar de un pronóstico infausto, incluso con inyección intracardiaca de adrenalina. ¡En vano! La autopsia confirmó tanto tuberculosis diseminada como diagnóstico de anemia aplásica, que desde la perspectiva actual también podría haber sido síndrome mielodisplásico.
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Gustav Stresemann: política con el corazón acelerado
El ministro de Relaciones Exteriores alemán y premio Nobel de la Paz, Gustav Stresemann (1878-1929) murió a la edad de solo 51 años. Hacía tiempo que esperaba su muerte. Tuvo problemas cardiacos durante más de una década. Tenía la glándula tiroides significativamente agrandada y le contraía la tráquea. Un médico estableció "excitabilidad excesiva", así como "presión arterial constantemente alta".
Que una tiroides hiperactiva estuviera en el centro del diagnóstico puramente clínico de la enfermedad de Graves-Basedow no se consideraba segura en ese momento. Algunos creían en "neurosis simpática" o trastorno del sistema nervioso central. Las infecciones renales recurrentes le provocaron aumento de la uremia.
A pesar de todo, el político siempre asumió una carga de trabajo extrema a lo largo de su vida. Incluso el día antes de su muerte estuvo lleno de discusiones con el canciller del Reich, una reunión del grupo parlamentario y una conversación de 3 horas con el Ministro de Economía. Poco después Stresemann sufrió un primer ictus. No sobrevivió al segundo, acaecido la mañana del 3 de octubre de 1929.
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